lunes, 22 de diciembre de 2014

Tiermes, el origen de Eros





Podría decir que esta novela nació a raíz de la visita que hice, por primera vez, al yacimiento celtíbero-romano de Tiermes, en la provincia de Soria, en el otoño de 2007. La grandeza de este enclave y su entorno me impresionaron por su magnitud y belleza, pero, sobre todo, por el excelente estado de conservación de viviendas, comercios, calles, accesos, ventanas, puertas y obras de ingeniería romana, como el acueducto, muchos de ellos excavados en la gran mole de arenisca roja sobre la que se extiende.
Tiermes, también conocido como Termes o Termancia en distintos momentos de la historia, tiene la peculiaridad, respecto a otros yacimientos arqueológicos, de ofrecer un aspecto tan supuestamente aproximado a lo que pudo ser y, por tanto, tan creíble, que, al visitarlo, tienes la impresión de que sus habitantes acabaran de abandonarlo. Esta sensación, unida a su gran extensión, estamos hablando de 250.000 m2, dentro de un espacio protegido de un millón de metros cuadrados, te llevan a creer que, efectivamente, Tiermes es la “Pompeya española”, como llegó a definirla el reconocido arqueólogo soriano Blas Taracena.
Todo ello me llevó, irremediablemente, a imaginar cómo sería la vida de los antiguos moradores de Tiermes y, después, a buscar información sobre la historia de este lugar con una curiosidad que, paradójicamente, iba en aumento. Y la tarea ha sido, y es, muy compleja; en primer lugar, porque no hay suficiente documentación que ofrezca una datación y una descripción ajustada de los hechos históricos que marcaron la evolución de Tiermes desde que se produjeron los primeros asentamientos, en torno al Neolítico. Y, en segundo lugar, porque, afortunadamente, los trabajos de investigación continúan y, por tanto, también las conclusiones que se extraen de los hallazgos que se van produciendo. La aparición de nuevas inscripciones, cerámicas, monedas, etc., pueden alterar de manera sustanciosa las interpretaciones a las que se habían llegado previamente. Y es de esperar, además, que este tipo de situaciones se siga produciendo hasta límites inimaginables, porque aún falta muchísimo por excavar y nadie se imagina lo que en el futuro puede salir a la luz.
Por todo ello, aunque en la ambientación de la novela he tratado de ajustarme a las fuentes consultadas, no sería de extrañar que, en algún caso, si eres conocedor de la etapa celtíbero-romana de Hispania, descubras algún error, no intencionado que, espero, no afecte a la trama de la novela hasta llevarla al absurdo.
No obstante, con Eros en Tiermes no he pretendido hacer una novela histórica en sentido estricto, sino narrar las experiencias vitales de dos jóvenes, la de la termestina Aunia, en el 134 a. de C., coincidiendo con la inminente caída de Numancia, y la de Marta, una estudiante de Bachillerato de la época actual a la que Tiermes, definitivamente, le cambiará la vida.
Lo que sí he querido transmitir, y espero haberlo conseguido, es una reflexión sobre los motivos que nos mueven a actuar de determinado modo ante los acontecimientos que se nos presentan. Los humanos, en general, estamos convencidos de que nuestra racionalidad nos hace superiores al resto de los seres vivos y de que es la llave que nos hace exclusivos para llegar a la verdad absoluta, se pongan los apellidos que se pongan. Y esta creencia, nos lleva a desechar capacidades como la intuición. En este sentido, viene a mi memoria la reflexión que Eduardo Punset ha hecho en varias ocasiones sobre este asunto, reivindicando la importancia de la intuición frente a la razón. Él pone como ejemplo un caso inaudito, si uno se ajusta a ese esquema “racional”: el descubrimiento que hizo el psicólogo Daniel Kanheman, junto a Vernon Smith, y que le valió, nada menos, que el Premio Nobel de Economía en 2002. Kanheman explicó en sus “teorías de las perspectivas” que la intuición es mucho más influyente de lo que la experiencia y la razón parecen aconsejar en la toma de decisiones de los seres humanos.

Llegados a este punto, la intuición me dice que esta novela te va a entretener y que, incluso, te va a gustar. La razón, sin embargo, que para qué me habré metido en este “berenjenal”. Quiero creer que Kanheman merecía el Nobel.